miércoles, 30 de agosto de 2017

Regalo a la Virgen María, con motivo de la Novena de la Fiesta de su Natividad inmaculada


Comenzamos hoy la Novena de la Natividad de la Virgen María. 
Qué días tan hermosos.
Deseo ofreceros unas palabras para ayudaros a preparar un digno regalo a Ntra. Señora. 
Y luego un vídeo entrañable que nos explica qué son las madres, ¡que lo disfrutéis!
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"Queridos hermanos, como buenos hijos, deseamos siempre honrar a nuestra Madre. De pequeños, preparábamos a nuestras madres esos pintorescos dibujos, y esos collares de macarrones, y se los presentábamos con alegría: era nuestra ofrenda. En la llegada de estos días santos en honor a la Virgen. ¿Qué podremos ofrecerte, Buena Madre, que te complazca? ¿Qué podremos hacer que arranque de tu corazón una sonrisa, una aclamación de gozo y dulzura?

Ya lo sé, buena Madre, ya sé lo que haré. Haré algo que te va a agradar. Conociendo las palabras de tu Hijo Jesucristo, haré algo que va hacer estallar el cielo de alegría: “habrá más alegría en el cielo por un pecador que se convierte, que por cien justos que no necesitan convertirse”. Yo voy a ser aquél por quien canten de fiesta los ángeles, por quien se derrame la gracia de tu Hijo. Viviré siempre en gracia de Dios.

Es tu amor Virgen María el que a ello me mueve. Nunca más vivir en pecado. Que me repugne vivir así. Harto estoy de presentarme ante ti lleno de impureza y de robos, de adulterios, de blasfemias… Harto de presentarme ante ti sucio por destronar a Dios y colocarme a mí en su lugar. Harto de flagelar a tu Hijo en cada pecado y ofensa. Harto de vivir lejos de la Casa paterna, lejos del la barca de la Iglesia, sin la cual no hay salvación, sin la cual me voy hundiendo, incapaz de ser feliz, incapaz de amar como tú nos amas… Mi corazón se seca como una teja, tiene sed y la apaga en barrizales que no sacian. Enséñame Madre Buena, llena de gracia, a vivir.

Quiero vivir siempre en gracia de Dios. Como Tú… Vuelvo Madre, hacia ti, y quiero volver limpio: limpio por una buena confesión, arrepentido y poniendo medios para no volver a caer. Quiero vivir siempre en gracia de Dios. Este es mi regalo de estos días. Vivir en gracia de Dios. Ofrecerte un corazón lleno de vida divina.

¿Qué pasará si cuando se enfríe mi amor, caiga otra vez y me aleje de ti…? Te diré Madre lo que pasará. No dejaré pasar tiempo, nunca más vivir en pecado, pues sé que te desagrada y te hace llorar. Lloras cuando me ves sucio y alejado de ti. Rápidamente acudiré a tus sacramentos, a las fuentes de la salvación que lavan y sanan, a la oración… Viviré en gracia de Dios, para cantarte en cada latido un cántico nuevo que te honre, y ofrecerte una vida con debilidades y caídas, pero que pelea y no se conforma, que quiere darlo todo, incluso unas manos vacías pero luchadoras, que no quieren estar en brazos de Satanás, sino sólo en las tuyos.

¡Oh María, hija de Joaquín y Ana, soy un pecador que se atreve a hablar de Vos y de vuestro Santísimo Corazón, la cosa más santa y admirable que en vos existe: pero un pecador que os ama, a pesar de todo, ardientemente; que os honra como a soberana, y os reconoce y venera como única causa -después de Dios- de su alegría y de su dicha toda, como la Reina de su corazón, como la dueña y guía de su vida, y como firme esperanza de su eterna salvación.’ [San Juan Damasceno, Cántico Sagrado del Santísimo Corazón de la Bienaventurada Virgen]. Haced que en estos días, y siempre, viva en gracia de Dios, confiese bien mis culpas, y me mantenga fiel en este combate, por amor a ti Buena Madre, voy a pelear hasta encontrarme cara a cara contigo, mi Señora, la Virgen de las Saleras.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida, ¡ruega por nosotros!

sábado, 19 de agosto de 2017

Homilía Domingo XX T.O. (A). La Iglesia católica frente una sociedad decadente




Os imagináis una vida con promesas que superan todo deseo

Una vida con sentido, donde se puede conocer realmente la Verdad, donde se camina con un principio y hacia un fin... Donde hay cosas sagradas que no se pueden manipular. Donde los padres engendran hijos y no los matan, donde las mesas se pueblan de criaturas y no de mascotas, donde los novios se respetan y los esposos permanecen fieles para toda la vida, donde los hombres trabajan y se sacrifican por amor a los suyos y construyen un reino de amor y de paz, conforme a su Rey: Jesucristo. Donde el niño, el enfermo y el anciano es protegido, amado y valorado. Donde el virtuoso es premiado y malvado penalizado. Donde decir al bien bien y al mal malYa existe, pero no es nuestra sociedad contemporánea, es la Iglesia católica.

Os imagináis a una muchedumbre que contempla a una humilde criatura recostada en un Belén, en brazos de María, y lo adora y lo reconoce como Dios. Una muchedumbre que se pasma ante Cristo Crucificado y dice que ahí está Dios. Una multitud que se bendice con la señal de la Cruz, que ya no es señal de muerte sino expresa vida y amor. Es la Iglesia católica.

Os imagináis una vida rica en amor, con una comunión permanente y gozosa con la persona viva que más te ha amado y te amará jamás en la vida: Cristo… pues continúa vivo y resucitado. Y te lleve a anunciar a tal Salvador a todos los hombres y para recogerlos en la misma única barca salvadora… Bienvenido a la Iglesia católica.

Os imagináis una multitud de hombres con una sola fe, que reconocen al buen Dios Creador como Padre, que se revela en su Hijo Jesucristo y que hace nuevas las cosas en el Espíritu… Hombres que reciben su misma vida y lo alaban a una sola voz en un mismo culto, y se nutren de sus sacramentos, y viven sus mismas virtudes de mansedumbre, humildad, perdón...

Os imagináis un lugar donde todos están llamados, para que nadie se quede fuera, donde recibir una vida nueva, un nuevo nacimiento por el bautismo y la confesión, donde el mal no tiene la última palabra, y se combate a fuerza de bien, donde decirle al pecado: hasta aquí llegarás y no vencerás. Mi corazón es de Dios... Donde caminar con esperanza hasta la gloria del Cielo en comunión con María Santísima y todos los santos. Esto es la Iglesia católica.

Buena Madre, como a la cananea, después de este destierro y del combate de nuestra fe, concédenos la gracia de vivir y morir como hijos de la Iglesia. Que así sea.